lunes, 20 de febrero de 2017

JUAN RE CRIVELO, vive en Catalunia, España. Escritor


Mi Historia

A los 8 años leí La Biblia (una espléndida colección de mi abuela de 10 tomos ilustrada) pero no me hice religioso, luego El Quijote y una biblioteca entera propiedad de mi Tía Estela que devoré en mi exilio. 

Mis padres se habían divorciado y mi alimento espiritual era la rutina del colegio (¡que horrible repetir sandeces!) y mis dos abuelas italianas que me sumergían en relatos sobre las vidas paralelas de sus familias en Los Alpes. Del colegio solo tengo un record Guinness, me enviaron a izar la bandera en un mástil de casi 100 metros y rompí el alambre que elevaba el símbolo patrio, desde aquel día... sigue sin solución el déficit de bandera.

Durante aquel exilio mi única amiga era mi prima hermana Mónica, escritora igual y soñadora. Bueno yo soñador y ella escritora.


 Siempre pensé que sería escritor, lo que ocurre es que viví extraviado hasta los 50 años. Fui ayudante de albañil, vendedor de tonterías varias, guardia urbano, agricultor de temporada, friegaplatos, modelo de desnudos para dibujantes, traficante en pequeña escala de la Mafia griega, profesor de El Capital de Carlos Marx muy joven en la Universidad, empresario y profesor de niños y jóvenes en mi trabajo actual.

Y el extravío durante aquellos años me llevo de regreso a mi cualidad intima, contar y escribir historias como lo hacían mis abuelas y pensar sobre la sociedad y desvelar sus artificios ideológicos. Con lo cual… he regresado a la pasión que nunca abandone.

 Y les invito a juzgarme por esa esencia, personal, efímera, sutil,
ambivalente y compartir mi oficio de cultivo de la inteligencia y la memoria.

Si alguien es responsable de este avatar, diríjanse a mis dos abuelas: Francesca & Doménica

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Ésto es lo enviado por Juan Re Crivello, fui a investigar a la red social donde lo conocí y dice que estudió Historia en Barcelona, que vivió en México y Atenas, ahora vive en Villanueva y Geltrú, Catalunia, España.
Tiene un blog y varios libros: http://juuanre.wixsite.com/re-crivello-escritor. 
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Aquí su relato:

Carretera de Centralia (Pensylvania) antes de desaparecer

“Los viajeros sin rumbo están abiertos a reducir la miga de pan o aumentarla, con solo un instante que perciban del otro lado un corazón abierto, y cada propuesta –en su viaje- cambia su ligera previsión de llegada por un circulo interior que le domina unos días hasta que restablece su afán” Viajeros y autostop -j re

A menudo las frías carreteras son aburridas y lentas. Uno es joven y hace autostop para subirse a un director de escena que ansía conversar. Los largos viajes de un joven como yo que atravesó toda Sudamérica y Europa con tan solo un dedo y un cartel sin plan y guía entre los 17 y 21 años dan para muchas apuestas (1). El paso del tiempo atrae esos recuerdos, pero me he propuesto no hablar. Lagos, estanques, montañas, traviesas de ferrocarril y kilómetros desolados no agregan más que enseñanzas o maneras de ver los designios humanos.

A menudo esos espíritus hablan, en otras son rubias apretadas de soledad que se unen a tu alma. Los viajes te cambian y te meten una caja de ruidos, de voces que cuentan historias y medias verdades —digo, si Ud. me deja Estimado lector—, que escuché muchas; y sonaban como si fueran a meternos en su salsa, pero el largo viaje nos cansa y nos atrapa, pero nos hace tomar distancia. Una segunda vida para mi nació en esos caminos, con ello, si recito o cuento historias, considerad que es el favor que cumplo para aquellos que me explicaron su magia pensando que tal vez la atraparía.
Y… ¡Así fue! La magia del escritor. La magia de la memoria
¡Cúmplase aquella orden… pues!

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Otro relato

Voy a hablar de un señor que cumplirá 82 dentro de unos días. Es de estatura mediana, gran conversador, humor irónico y tan creativo que a su madre le diseño una casa con techos en u. y el pueblo agoto las aspirinas ante la inquietud que les transmitía. Cuando se acerca su cumpleaños uno se siente intrigado en cómo explicar tan sugerente personalidad si uno tiene el placer de estar a su lado. No todos los días, pues él está a 12.000 Km de distancia; pero razona, recita, especula en mi cerebro casi como si estuviera en cuerpo y alma.


Es mi tío Armando (los dos pertenecemos a la constelación Crivello) y compartimos un ancestro común: su padre, mi abuelo, que hizo fortuna en 20 años y falleció tan rápido que su vacío llena nuestras tradiciones. Pero hoy hablaremos de una obra de mi Tío.

Hace años cuando era un joven arquitecto le visitó en su casa, en una ciudad que ha crecido entre la frontera de Argentina, Brasil, y Paraguay un alemán del cual su mayor deseo antes de regresar a su país y fallecer, era donar dinero para construir una escuela. Mi tío le escucho, nadie le había tomado en serio. Aún recuerdo esa manera reposada de los dos sentados en un comedor con una mesa grande y sillones y una escalera abierta que lleva a las habitaciones superiores. En el centro de aquel comedor una abertura al estilo de un cráter permite ver el techo de toda la casa del cual una parte es de cristal. Si a su madre le hizo el techo en u, para sí y mi Tía Gladis diseño una obra de arte. La conversación se alargó, con lo cual decidió invitarle a su especialidad dos entrecots en su asador particular. 

Él vive en una casa en una esquina que tiene una terraza llena de plantas tropicales y un pequeño asador. La comida trajo el acuerdo, harían esa escuela muy cerca de otra antigua en un pueblo del interior donde la pobreza atrapa a las víboras y remata de risa a los pájaros que van de paso para Brasil. Los lugareños afirman que esquivan ese sitio por su angustia a caer en círculos. Luego una vez lista la obra, le dejarían una carta al Director de la otra escuela y esperarían a ver cómo según sus cálculos todos se trasladarían a la nueva como si nada hubiera cambiado. Los dos coincidían en que esto sería así, pues compartían en sus lecturas el realismo mágico de Gabriel García Márquez.

Mi tío Armando se aplicó y visito la obra y al alemán a la vez, a quien le llamaremos Hans. Cada semana. Siempre lo cuenta tan gracioso: “golpeaba en la puerta, me abría una señora y hablábamos en un comedor de dos sillones y una mesa. Al final un cuadro de flores rojas era el único adorno. Yo le comentaba los trabajos, el firmaba los cheques para pagar a los trabajadores y materiales. Y traían un café. Luego un silencio se esparcía entre nosotros. A lo sumo el preguntaba siempre lo mismo”.


— ¿Los ladrillos los harán en un horno de esos de antes? Con barro y paja de campo                 —preguntaba Hans.

—Sí. Respondía y luego detallaba que todo era de madera, con ventanas tan grandes que el sol pudiera entrar y salir continuamente sin pedir permiso. Él sonreía ante mi observación. Cada semana variaba la pregunta, que si los patios serian de tierra con dos campos de futbol como los del Boca Juniors, y con parsimonia contestaba: “serán tan grandes que el balón rodara tan enloquecido que los partidos acabaran con más de 20 goles” —y él sonreía.

O aquella pregunta que me tomo de sorpresa:

— ¿Ha previsto un lugar para que ellos canten y hagan música? “Hay una sala donde el piano se asoma, los violines se rodean de manos brillantes, y las partituras se abren como los juegos de naipes y todo el suelo y el techo es de madera de pino de Brasil para que al hablar o cantar las voces se decidan a ir en todas las direcciones y si Ud. fuera tal vez quedaría envuelto en una nube de melodías”. Hans me miró, sus ojos dejaron paso al asombro, luego unas palabras: ¡eso sí que es realismo mágico Armando! (1).

La última semana, nos despedimos y le conté que ya todos habían ocupado la escuela y el gobierno provincial hacia la vista gorda ante el uso de una propiedad que no conocía nadie y preguntó:

— ¿Y las pizarras son grandes como planeamos? Ante lo cual contesté por última vez: “tan grandes que las letras caen en cascada sin fin como nuestras cataratas”. Y esta vez rio a carcajada limpia.

Dos años después me llego un sobre a través de una persona. Hans había fallecido y pagaba mis servicios.

Nota:

La escuela sigue allí después de 50 años y aún no saben quién es su dueño.

Nota 2:

Doy fé de lo contado y que todo es real.

Doy fé que esto no es realismo mágico. J re crivello