Participé en el recital internacional “100 mil
poetas por el cambio” del 2015. Sus organizadoras Anna y Yolanda son dos escritoras
dinámicas, entusiastas, que dieron al evento un matiz amistoso, informal y, al
mismo tiempo, muy organizado.
Conversamos de proyectos futuros con Anna y su reacción fue: -
“lo hablamos con más tiempo, desde ya, me anoto hasta en un bombardeo”. Esta
nota es lo primero que haremos juntas, pero no lo último. Al menos, así es mi
intención.
Esa noche Anna, como todos los que estábamos para colaborar,
leyó sus escritos, unos preciosos aforismos poéticos. Me di cuenta, a medida
que los escuchaba, que caían sobre mi ánimo como una lluvia fresca en verano o
sonaban como una campanilla en mi bosque de sentimientos, dejando entrar la
luz…
Hace poco leí y disfruté “En DOS VERSOS”. Anna toma cada línea,
cada palabra muy en serio, le infunde su vivencia y, sea cual fuere, siempre es
comprometida, profunda, concentrada luego, en una pirueta literaria, nos marca
a fuego señalando nuestra propia emoción. Es una suerte que dosifique sus
flechas poéticas:
“No importa lo que creas y
no importa lo que piense,
es de noche y nos quedamos
sin estrellas.
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La mayor distancia entre
dos personas
es el silencio.
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Entre el alma y la palabra
no hay testigos,
ni siquiera la razón que
los sustenta.
00000000000000000000
Los cajones del tiempo
se desbordan de momentos
caducados.
000000000000000000
El eco
no devuelve caricias.
00000000000000
Vacío cajones.
Busco espacio para días nuevos.
000000000000000000
En mi vieja libreta se
acabó el cuento.
El príncipe volvió a
croar.”
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Hoy terminé “Borrando huellas” con poesías acertadas,
honestas, donde su alma brilla con esplendor, donde la espera, la desazón, la
tristeza y la pasión, entre otras, arruga las páginas de un pequeño gran libro.
No saldremos incólumes después de leer lo que Anna Benítez del
Canto nos tiene reservado, lo advierto.
Pero ahorro palabras porque los prólogos de sus libros son
bien explícitos. Aquí les dejo un ejemplo de esta escritura original y sutil.
Horas
disfrazadas de días,
esperan nada
que las convierta en
todo.
Anna dice que no le gusta hablar de sí misma, ante mi
insistencia nos cuenta lo siguiente:
“Empecé a escribir de
niña, lo que más me gustaba del cole era leer y hacer redacciones. Sobre los
ocho años, contaba cuentos a mis hermanas pequeñas cada noche, pero con el
tiempo, los sabían todos. Se me ocurrió versionarlos y sin darme cuenta, empecé
a crear mis propios cuentos. Sobre los nueve años, empecé a escribirlos para no
olvidarme. Con doce años, me regalaron una máquina de escribir; al usarla,
soñaba que sería escritora y publicarían mis pequeñas historias. Me imaginaba
en una casa en un acantilado, escribiendo frente al mar. Es curioso, aún
recuerdo el lugar como si hubiese vivido allí. Esas cosas de la infancia que
dejan huella.
A medida que crecía, las
historias cambiaban; impresiones sociales, vivencias, anhelos, tan personales,
que dejé de compartirlo. No he dejado de escribir en todos estos años, a
temporadas mucho, otras en menor medida y siempre en función de lo que me
permitía el tiempo y el entorno.
Intenté escribir mi
primera novela a los dieciséis, no logré terminarla. Los estudios, las hormonas
y el jaleo normal de una familia numerosa, además de las muchas ideas que
pasaban por mi mente y cazaba para no perder. Entonces todo tenía su
importancia, al leerlo con los años, era insignificante, aunque no todo.
Seguí con los relatos de
varios tamaños, temas y estilos. Nunca los leyó nadie. Con veintiséis años,
escribí mi primera novela completa. Era policíaca, es un género que me apasiona
y del que he leído siempre mucho. Con treinta y nueve escribí la segunda, en la
misma línea. En esos años, volví a escribir cuentos para mis hijos, más
elaborados y extensos. Algunos fantásticos, otros no, pero todos iban
destinados a enseñar algo a mis pequeños.
Reuní tanto material, que
no podría ni aproximar una cifra.
En el 2003, un incendio en
casa, lo destruyó todo; solo he reescrito una mínima parte hasta ahora.”
Anna
BIOGRAFIA CORTA de
ANNA BENÍTEZ DEL CANTO
Escritora colegiada en la
ACEC y miembro de la Asociación literaria El Laberinto de Ariadna.
Aunque por el momento
todas sus publicaciones son poéticas, ha escrito cuento infantil, relato y
novela.
En 2012 escribió la obra
teatral “Lágrimas en la arena”, que fue puesta en escena y representada por la
propia Anna Benítez entre junio y diciembre del mismo año.
Organizadora y
presentadora de ciclos literarios tales como: Badasia, el recital internacional
100 mil poetas por el cambio, el recital benéfico internacional Verso ¿qué
traes? Esperanza, así como eventos puntuales en diferentes lugares.
Como poeta y rapsoda,
participa en recitales sociales, benéficos y artísticos.
Sus libros publicados son:
Desnudando sentimientos (2011), Once horas en mi piel (2012) y Borrando huellas
(2013), también en formato audiolibro.
Sus poemas están en
antologías de El Laberinto de Ariadna, Poesía en acción, Vilapoética y Amanecer
literario.
Su lugar en la red es:
http//annamilos.blogspot.com.es/
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De “La palabra es mágica”
extraigo:
Tengo la suerte de tener
un pequeño poemario artesano Once horas en mi piel que escribió, editó,
imprimió y encuadernó Anna para el día de Sant Jordi de 2013. Os copio uno de
sus poemas:
La mano que apretaba
no era fuerte,
era dura
y acariciando mi piel
me rompió el alma.
Anna Benítez del Canto
9/4/13 14:01
Publicado por Ricardo
Fernández
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PRÓLOGOS:
EN DOS VERSOS, TODO UN
MUNDO
Anna Benítez escribe como
respira (inspiración, espiración), porque de no hacerlo, le iría la vida, ya
que es un proceso biológico imprescindible. Y como la respiración, la poesía le
surge de una forma natural y espontánea, porque sabe ver, oler y sentir cosas
que los demás mortales no perciben.
Anna nunca fuerza sus
composiciones, que rebullen en sus entrañas y ella, amorosa, va sacando y
componiendo poemas en sus cuartillas, también, como latidos: sístole, diástole;
otro proceso vital... Y esos latidos, sintonizan con los latidos de más
corazones como el suyo, que se van acoplando de una forma sencilla y auténtica,
porque Anna es así: auténtica y sencilla. Por este motivo es tan fácil
quererla.
Además, está alejada de la
de poesía pretenciosa que todo lo basa en la forma. Esa poesía, tan de moda
hoy, que ocupa los anaqueles, las editoriales y los premios; son heptasílabos,
endecasílabos..., poemas blancos que no dicen nada, son precisos, pero pocas
veces preciosos. Y que, un día, se los llevará la historia, como el viento de
este otoño se lleva las hojas caducas de los árboles de nuestros parques
enamorados.
Porque estos academicistas
olvidan con demasiada frecuencia, que escribir es encontrarnos con nosotros
mismos. Con nuestras dudas, con nuestros miedos, con el dolor... Así ocurre que
un día te levantas y descubres que hay mañanas con colores distintos, que te
conmueve un amor o un desamor que se fue con el tiempo, que hay sueños que te
hacen llevadera la vida. Entonces lo entiendes, porque ha llegado la poesía
para quedarse contigo. Como le llegó a Anna sin buscarla, porque la poesía, tan
suya, llega a quien ella elije. Jamás hay que salir al camino a esperarla.
Personas así, poetas o
poetisas, señalan el rumbo y nos nutren de emociones. Ella lo dice sin
artificio: “Calla la voz / y aúlla el alma”. En dos versos, todo un mundo.
Felipe Sérvulo
Castelldefels, noviembre
de 2014
Prólogo y unas
palabras previas.
Antes de compartir con los
lectores las impresiones que me ha causado la lectura de Borrando huellas, he
creído necesario hacer un comentario previo sobre la evolución poética de su
autora, Anna Benítez del Canto. Y ello porque cuando alguien se inicia en el
camino de una actividad creativa, artística o literaria, los primeros pasos que
da en esa dirección ya suelen darnos
ciertas pistas acerca de su posterior desarrollo. Sin embargo, toda
especulación en ese sentido es aventurada, pues la ruta para encontrar un
estilo propio - en el caso que nos ocupa, una voz – aparece normalmente llena
de obstáculos de todo tipo. Vemos así cómo promesas que en un tiempo nos
parecieron firmes acaban por desvanecerse, a veces incluso después de un breve
fulgor, y cómo otras que empezaron vacilantes nos sorprenden con una obra llena
de frescura y madurez. Cuando afirmamos que un hecho nos sorprende es, o porque
no creíamos que llegara a suceder, o porque no esperáramos que lo hiciera en
ese momento. Esto último le ha acontecido al prologuista con el libro que el
lector tiene en sus manos y esa es la razón que merece estas reflexiones
Los primeros poemas de
Anna Benítez que cayeron en mis manos, allá por el 2010, eran composiciones
formalmente ligadas a la métrica y la rima clásicas, sobre todo al soneto y
expresaban una temática mayoritariamente de carácter amatorio. Nada de ello es
de extrañar, de hecho podemos encontrar estas características casi tópicas en
todos aquellos que empiezan a escribir poesía en la adolescencia o primera
juventud y andan por el mundo con la cabeza llena de poemas clásicos y el
corazón rebosante de desamores prestos a ser exorcizados. Pero ocurre que Anna
Benítez es una poeta tardía, que llega a ella tras un trayecto vital rico y
extenso, lejos de una primera juventud. Uno podría pensar que por biografía le
hubiera correspondido abordar una
variedad de temas y formas más rica, o que lo hiciera desde puntos de
vista poéticos más elaborados. Sin embargo, si la primera condición para que un
poema se tenga en pié – condición
necesaria pero no suficiente - es la autenticidad, nuestra
autora no podía
empezar de otra manera, porque eso era lo que le hervía por dentro y lo que
necesitaba expresar, tal vez porque no lo había hecho antes.
Decimos que el poeta suele
iniciarse de esa manera, pero luego debe evolucionar hacia formas y temáticas
que abandonen poco a poco la mera expansión sentimental, el lamento o la
exaltación de la propia circunstancia, para llegar a convertirse en una voz que
hable por todos nosotros. Dar, en definitiva, el paso de lo particular a lo
universal. Si así lo hace, ese tiempo, esos años primeros adquieren valor de
aprendizaje, de boceto de lo que será más adelante cuando en plena posesión de
los recursos del idioma y de la técnica, pueda usarlos para traer a la luz una
imagen de lo inefable y lo haga de manera que nuestra alma se identifique y
vibre con ella.
Por tanto, esas primeras
aproximaciones del versificador no nos dicen mucho sobre lo que vendrá después;
salvo que estemos en presencia de un genio como fue Rimbaud y otros pocos como
él, se necesita una maduración personal y literaria de años para decantarse
hacia la verdadera alta poesía. O no. Lo más corriente, lo que dice mi
experiencia, es que en la mayoría de los casos en un cierto punto del trayecto
el movimiento se detiene, se estanca y no progresa más. ¿Cansancio,
desistimiento, falta de talento o de auto exigencia? Éstas y muchas otras
causas pueden aducirse para explicarlo, pero me gustará centrarme en la última
de las que he mencionado: la auto exigencia.
Permitid que en este punto
retome mi juicio sobre las composiciones que Anna Benítez me mostró no hace aún
tres años: los sonetos eran formalmente perfectos, redondos, y los textos, bien
construidos, se hacían leer con agrado. Resultaban sonoros al recitarlos en voz
alta, tenían incluso cierto sentido dramático, teatral. Se notaba que bebían de
buenas fuentes clásicas. Por el contrario, como ya he dicho, adolecían de
variedad temática y resultaban excesivamente narrativos. La causa de esto
último sin duda tiene su razón de ser; Anna Benítez es una consumada narradora
y hasta hubiera sido extraño que en su reciente pasión por los versos, estos no
se vieran “contaminados” por una destreza preexistente, que se filtraba por todos
los poros de su obra. Si a ello le sumamos que sus primeras colecciones de
poemas tuvieron un notable éxito entre un cierto colectivo de lectores, la
tentación de permanecer en una zona de confort, de continuar haciendo aquello
que se domina y es aplaudido, podía ser grande.
Aquí es donde entra en
juego la auto exigencia; si uno se detiene en este lugar, lo primero que cabe
es poner en duda cuáles son sus verdaderos propósitos al escribir poesía: ¿ dar
el testimonio de la profunda verdad personal, “con dignidad y belleza” como
dijo hace poco Leonard Cohen, o simplemente quedarse en el juego verbal
estético? La respuesta la encontraremos en el siguiente movimiento del autor,
en el nuevo paso que deja atrás lo ya dicho y se adentra en territorios no
explorados, pero verdaderamente suyos, aún a riesgo de defraudar a aquellos que
se sentían cómodos leyéndole, o no.
Y lo que observamos es que
los textos poéticos de Anna Benítez fueron evolucionando en la dirección de una
mayor profundidad conceptual, al mismo tiempo que rompía con las formas
métricas anteriores y se instalaba en el verso libre, sin perder por ello el
sentido del ritmo, bien instalado en su estilo después de haber dominado
perfectamente aquéllas. Así, ha sido capaz de brindarnos éste libro que tengo,
ahora sí, el honor de prologar:
Borrando huellas.
El libro, dividido en tres
capítulos, se inicia con el titulado “Descalza”. A través de los nueve poemas
que componen esa parte, Anna Benítez se nos muestra cruzando el territorio de
la pérdida. Con una sencillez aturdidora, en el primer poema fija sus terribles
dimensiones; nada lo presagiaba, todo seguía aparentemente tranquilo, en su
sitio:
Cuando se fue
la niebla dormía en las
ventanas.
Asumido el desastre, la
autora ahonda en su magnitud y nos deja este terrible poema sobre la
invisibilidad del otro que llega con el desamor:
Su mirada me atravesó
para ver detrás
de mí.
Muestra su desvalimiento,
al tiempo que sale en busca de una esperanza:
………………………………………..
Vivo colgada de la saeta,
para alcanzar el minuto
sesenta y uno
y encontrarla.
Poco a poco, la conciencia
de este nuevo orden se ha hecho más diáfana, más clara y en el espíritu de la
poeta se abre paso un propósito de renacimiento, de la búsqueda de una nueva
guía:
He muerto por un tiempo
pero regresaré
con un candil en la mano.
………………………………….
Ese propósito, sin embargo
queda teñido de irreversible desconfianza, de una desazón por lo que se ha
entregado con toda inocencia y ha sido malversado:
………………………………………………
Hace tanto frío,
que no volveré desnuda.
“Escarbo” es el título de
la segunda parte o capítulo del libro. El golpe imprevisto, la pérdida, ya han
sido asimilados. La poeta se encuentra
sumida ahora en una incesante búsqueda interior que se vierte en varias
direcciones; en una, palpa en la penumbra los contornos exteriores del nuevo
lugar en el que le ha situado la vida:
Con frío,
Sin
luz
ni voz, ni esperanza.
¿Dónde estoy?
Y constata que ni siquiera puede llamar la atención del
desconocido que cruce por él, puesto que, como nos recuerda en esta brillante
metáfora de la incomunicación:
No
encuentro mi voz;
se quedaría en el teléfono
hace unas noches.
En otra dirección, registra sus pertenencias, hace
inventario de las cartas que le quedan para poder jugar otra mano en el tapete
de ese mundo disminuido por el que transita:
Llegó septiembre,
rebusco entre la ropa una
chaqueta.
………………………………………..
Y encuentra, como una irónica perla, un miedo que exhibe su
victoria total al poseer su espíritu:
vanidoso
llegó
el miedo,
con mi alma en sus mano
contando
cicatrices
El miedo pues, ese miedo enraizado, podría ser el poso
definitivo, el resumen o la conclusión de la búsqueda por la que nos conduce
Anna Benítez a través de los diez poemas que componen el capítulo. Si así
fuera, la rendición y la inmovilidad serían el corolario del proceso y ya no
habría razón para seguir caminando y por tanto, contando.
Sin embargo el libro no se detiene aquí, al contrario; en
ese punto, tal vez el más bajo, perdido y remoto de su ánimo, la autora
reemprende la vida. Y no lo hace con el paso decidido de quien camina por una
ancha y llana carretera. No, para ir hacia adelante, Anna Benítez decide
filtrarse por las rendijas, por los pequeños rincones que siempre quedan entre
las piedras y el lodo después de los derrumbes. Se desliza por las “Oquedades”
“Oquedades” es el título de la tercera y definitiva parte de
“Borrando huellas”. Una parte que se nos antoja la más importante, pues en ella
se resuelve el sentido del poemario. Partiendo de algún poema que nos recuerda
el efecto de los impactos recibidos:
He trepado
por un muro de mentiras,
dejándome las botas en la piedra.
La poeta pasa enseguida a revelarnos el secreto de su renacimiento,
que parte del reconocimiento del valor de aquello que ha perdido, pero por ello
mismo, vivido:
Nada velará la luz
de los momentos compartidos
……………………………………..
Y es que para licuarse y
moverse así por entre los intersticios de las piedras, Anna Benítez no se
olvida del dolor, pero ya sí de los reproches y los porqués y decide atender a
lo esencial y se diría que casi abandonar el mundo de lo material, por
impenetrable. Por ello, en los quince poemas que integran esta última parte, la
más extensa del libro – tal vez como cuantitativa demostración de la
importancia que le concede Anna Benítez – abundan las referencias a la levedad
vivencial de la poeta:
El vació me posee
y sólo soy el humo
que desprende el cigarrillo.
Pero al mismo tiempo retrata el sentimiento de que tal vez
sea esa misma levedad asumida y querida la que le permitirá llegar a otro
estadio superior:
Horas
disfrazadas de días,
esperan
nada
que las convierta
en todo.
Ha renacido la esperanza, una que no se prende de un
espejismo, que no es mera voluntad surgida del reconocimiento de la verdad
sucedida, una que ha precisado que la
poeta se desprendiese del resentimiento y sopesara el verdadero valor de lo
perdido. Ahora, el día que vendrá será poseído plenamente, puesto que la poeta
se ha enriquecido con el dolor a lo largo del
camino.
Como una advertencia al resto de caminantes, nos deja en los
últimos versos una advertencia del peligro corrido en este peregrinaje:
Borrando huellas
me
perdí en el tiempo.
Así termina este libro de Anna Benítez, inesperado por
temprano – apenas dos años y medio después de su primer poema. Un libro quizás
preludio de otros que uno espera continúen en la misma senda y que ha sido
confeccionado como pedía el maestro, con dignidad y belleza.
Josep Anton
Soldevila.
Septiembre
2013.
Vaya, menudo artículo! Estoy encantada con lo que has publicado sobre mi trabajo. Voy a compartirlo ahora mismo. Muchísimas gracias por tu generosidad, nunca imaginé que hablarían de mi en una revista de creación y talentos, sobre todo acompañado de tantos ooooo. Un abrazo querida.
ResponderEliminarMe ha encantado conocerte y leerte!
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