Hay
noches que una no planea o que ha pensado que serían diferentes… hay momentos
que sin que una lo imagine se tornan mágicos…
Ayer
eso fue lo que pasó…
Había
visto el anuncio en Internet y mi amiga Inma -mi ángel guía en Barcelona- me
dijo que ella iría. Así que apurando lo que tenía ya planeado y pensado hacer,
dejando de lado algunas cosillas… me vestí a la ligera y aparecí en Plaza
Catalunya. Y, por supuesto, salí en la esquina equivocada, en la vereda
opuesta, etc. Así que Inma –que buen dios es el de la ‘comunicación´ que
inventó los móviles-celulares o como le llamen- decía: Inmaculada me dijo que
cruzara la plaza que me esperaba del otro lado.
Las
fuentes de agua lucían su mejor colorido azul y sus chorros daban un brillo cálido
a la noche de luna llena… un placer cruzar por allí, pero, por si no fuera
suficiente, en ese preciso momento (como en un acto de magia= la municipalidad de Barcelona decidió
encender las luces navideñas y, al mismo tiempo, algunas tiendas también, además
de los hoteles que ya se habían adelantado. Oh…, dije, así o mejor será el
Cielo cuando llegue.
Plaza Catalunya, ayer |
Apuradas,
pues ya estábamos tarde, entramos al Ateneo.
El
poeta que estaba leyendo, padece una enfermedad neuromuscular que lo obliga a
moverse sin control aunque no es exagerado. Pero, no lo detiene a la hora de
escribir. Creí estar soñando que escuchaba las palabras más dulces, sabias y
certeramente poéticas de mi vida...
Se
dice a sí mismo: ‘Donnadie’. Pero, Dani Izquierdo Clavero es un Don Poeta con
mayúsculas y con todos los dones en su haber. Alguien le dijo que era un poeta
hasta cuando tomaba el micrófono, cuando caminaba, etc… y así lo creo yo también.
No le pediré su biografía porque se puede ver parte en internet y es lo que
publicare aquí.
Entre
algunas cosas que dijo, obviaré aquellas en que, irónicamente, se trató mal así
mismo quitando importancia a sus escritos y destacaré una que no anoté por lo
que no es textual, aunque el concepto –según recuerdo- es lo que sigue: -Para
muchos la edad de esplendor pasado es cuando tenía dinero, o cuando tenía buen
aspecto, etc… para mí era cuando podía escribir a mano… Algo tan sencillo y que
nadie toma en cuenta.
Y
leyó más… No fue la única que lagrimeó en la sala, no fui la única que aplaudió
con efusión, que se emocionó y tuvo ganas de abrazar al autor… tampoco fui la
única en pensar que además de un escritor estábamos frente a un gran hombre, a
un alma de brillo impresionante.
Y
si, fue una noche mágica… de las que se agradece a mi amiga Inma que me invitó,
al escritor que tiene razón, cuando dice que la literatura da vida, al
Laberinto de Ariadna que lo organizó, al Universo por haberme dado la
oportunidad, porque fue una noche de las que puede haber más pero que, sabemos,
esa no se repite.
BIOGRAFIA de Dani Izquierdo Clavero
(Barcelona,
1975) Licenciado en Psicopedagogía por la Universitat Ramon Llull y Diplomado
en Magisterio en la especialidad de educación primaria en la Universitat de
Vic, ha iniciado también el doctorado de Pedagogía en la Universitat de
Barcelona. Obtuvo en 2005 el Diploma de Estudios Avanzados (DEA), con un
trabajo sobre la pensable intersección poético-pedagógica, en las tramoyas del
diálogo platónico del Ión. Un año más tarde, inicia su tesis doctoral sobre el
silencio y el logos poético en la obra de Antonio Machado. Miembro del grupo
poético-literario Nadir-Bcn, trabajaba como enseñante –la palabra maestro se le
antoja hiperbólicamente confuciana, hasta que una enfermedad neuromuscular lo
jubiló anticipadamente en septiembre de este año.
Con Inmaculada y Sixta Arango |
Asiste como voyeur a clases de literatura
medieval, antropología y pensamiento pedagógico y quema las horas idolatrando a
los autores de su iconografía personal: Courtosie, Vicente Gallego, Vicente
Núñez, Gorostiza, Pessoa, Rilke, Roque Dalton, Auden, Celan, Juarroz, Porchia,
Cernuda, Antonio Machado, Juan Carlos Mestre y Antonio Colinas…
TEXTOS de
DANIEL IZQUIERDO CLAVERO
BARES Y
ATARDECERES
LAS BARRAS nocturnas son lugares de paso
entre lo que
somos y lo que fuimos,
transatlánticos
anclados en mitad del autismo,
el chasquido
vulgar de una palabra muerta
contra el
pavimento helado de las despedidas.
a imagen de
fotomatón, a farmacia vacía,
a maleta
incendiada en la consigna
de alguna
estación, ya clausurada.
Baudelaire
no sería Baudelaire sin los bares.
Gustav
Janouch sonríe con tus ojos.
Allende la
infancia, el ego del tiempo
descorcha
mil botellas. Las barras nocturnas
son
pintalabios invisibles.
La rutina,
su mujer fatal.
0000
Cuando
lloras...
Cuando
lloras, le añades dimensión al infinito.
y una sola
lágrima expande los contornos
de los besos
unánimes
en la nuca
jíbara de la eternidad.
por correspondencia,
una sonrisa breve
al salir del
aplauso; una sombra blanca,
inolvidable
y cierta en la retina sobria
de Charles
Foster Kane.
Cuando
lloras,
recuerdo el
nombre exacto de las cosas
y las cosas
no existen
más allá de
la palabra ingrávida
que al callar
las nombra. Más allá
de su piel
con ojeras al salir del teatro
o acaso de
la vida.
Cuando
lloras,
eres lo que
fuiste en ese lagrimal
que da
entidad al mundo. Y desalas los mares
y te
desalas. Cuando lloras.
Dani
Izquierdo Clavero
PROSA:
CRÓNICA DE
UNA LECTURA POÉTICA
Cuando el
amante ama encauza su deseo hacia el cuerpo ajeno y fija en su bitácora
coordenadas insomnes que salvan la galerna, pacifican las aguas y en la noche
del tiempo se aferran como un niño al pezón de la luz, esa ubre hercúlea con
aspecto de faro que orienta a los perdidos cuando el amante ama y reducen los
mares al eco de una voz.
A veces una
tarde, uno da un recital repleto de temblores o algún leve poema y olvida que
el amante amó a una muchacha antes, mucho antes, de inventar el amor.
Y la
muchacha lo observa y él la observa a ella con ojos de crepúsculo y los dos son
océano dentro de un derrelicto varado en la arena de la fatua ficción. Y se
quieren y al quererse se incendian y queda una fogata al trasluz, dos carnes
aunadas que son las noches que el tiempo diluyó.
A veces uno
lee sus versos y tiene quince años o quizá veintisiete o tal vez los cuarenta
que a los cuatro pensaba propiedad de algún dios. Y levanta sus miedos del
sueño y del papel y contempla la sala con pavor y ternura, como aquella mañana
que habló de Neruda por primera vez. Aquella mañana perdida en el recuerdo más
frágil de su amnesia militante de pez.
Algunas
veces, el hombre se levanta, mira diligente la sombra de sus manos, evoca
aquella clase que dándola no dio, recita para sí un verso de Vallejo, Passolini
o Rimbaud y vuelve a Eduardo Spranger para escapar del vértigo.
O piensa en
Mireia, Sandra, Laia, Melania y Ona, las cariátides que amó cuando el amor
existía y su vida invisible (contra pronóstico) seguía en pie porque ellas
(ellas que nunca lo quisieron) eran la columnata de su deseo en órbita. Las
cartógrafas de su corazón.
Y sonríe. Y
ama, ama al amor. Y lee. Recita la sangre que sangró el silencio. Y es feliz
ante el prójimo. Y piensa la palabra. Y abraza la vida.
A veces,
cuando el amante ama, escribo y al escribir, muero. Y al morir, siendo otro,
aprendo a ser yo.
D.I.C.
00000000000000
Toda muerte
es un tropo literario de la vida. Sea voluntaria, natural u homicida; venga
tras una enfermedad, un accidente o una extraña gestión de la alegría, la
muerte dinamita la lógica interna que exhalan las palabras, alza al lenguaje
por las axilas del alma y lo desertiza.
Ayer, en
París, unos tipos aéreos la sembraron a espuertas por dos distritos de la
ciudad y vertieron al Sena la disuasión de su dios arrepentido, porque fuese
cual fuese el dios que idolatraban (Alá, Dólar, Beyoncé, Neymar, Zeus o
Jesucristo) no los pudo secundar y prefirió echarse al Sena antes que amparar
medio asesinato.
Y buscó al
Verlaine que a los ocho años llegó desde Metz para ensanchar la tierra y al
Rimbaud cernudiano aleteante en su odio cuan pájaro en la noche y a la Edith
Piaf que pintó de rosa la vida y sus aceras.
Y los dejó
hacer porque todos los dioses se inhiben de lo humano cuando, como el petróleo,
cabalga los mares e inunda su belleza.
Todos los
dioses toman café cuando sus hijos matan. A lo sumo les gritan, no hagas tal
cosa, no escribas tal verso, no mates en mi nombre, pero su voz es tan tenue,
tan alto el erupto de un kalasnikov intencionado, que nunca los detienen.
Y su
graznido, mata.
Y se abrazan
al Sena y junto al Sena, callan. O llegan a Beirut, Alepo, Damasco, Bagdad,
Basora y saltan por los aires dentro de una ambulancia. O a la urbs de
Wallenfels en la bella Baviera.
A la
sobremesa de tu casa.
Naturalizamos
la muerte con la estupefacción con que un buen lector percibe una metáfora pero
nadie trasciende la página helada de la repercusión.
Mañana otro
atentado o un golazo de Messi o un sublime adulterio o un papanoel psicópata en
el bulevar, barrerá los vasos rotos de la sanguina parisiense. Las litronas del
dolor, los calimochos del europeísmo, los morreos sin hora del cabrón yihadista
con la vedette bursátil que aprecia sus euros (euros arabistas) mientras le
vende armas, espinas sin rosas, coches caros y huríes, pasarán con el viento al
compás de otra escoba.
Y vendrá
París.
Y llamaré a
César Vallejo.
Y moriré con
aguacero.
Y un hombre
pasa con un pan al hombro.
Yo no sé..
La vie en rose. París.
Y.
Daniel Izquierdo Clavero
La tome un poco de lejos, cuando Dani estaba leyendo su magia. |
Ahora se que las luces se encendieron como un efecto de su poesía... |
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