sábado, 28 de noviembre de 2015

Dani Izquierdo Clavero, ESCRITOR y POETA de Barcelona, Licenciado en Psicopedagogía (Univ. Ramon Llull) y Diplomado en Magisterio en la especialidad de educación primaria (Univ. de Vic)

Hay noches que una no planea o que ha pensado que serían diferentes… hay momentos que sin que una lo imagine se tornan mágicos…
Ayer eso fue lo que pasó…
Había visto el anuncio en Internet y mi amiga Inma -mi ángel guía en Barcelona- me dijo que ella iría. Así que apurando lo que tenía ya planeado y pensado hacer, dejando de lado algunas cosillas… me vestí a la ligera y aparecí en Plaza Catalunya. Y, por supuesto, salí en la esquina equivocada, en la vereda opuesta, etc. Así que Inma –que buen dios es el de la ‘comunicación´ que inventó los móviles-celulares o como le llamen- decía: Inmaculada me dijo que cruzara la plaza que me esperaba del otro lado.
Las fuentes de agua lucían su mejor colorido azul y sus chorros daban un brillo cálido a la noche de luna llena… un placer cruzar por allí, pero, por si no fuera suficiente, en ese preciso momento (como en un acto de magia= la municipalidad de Barcelona decidió encender las luces navideñas y, al mismo tiempo, algunas tiendas también, además de los hoteles que ya se habían adelantado. Oh…, dije, así o mejor será el Cielo cuando llegue.
Plaza Catalunya, ayer
Apuradas, pues ya estábamos tarde, entramos al Ateneo.
El poeta que estaba leyendo, padece una enfermedad neuromuscular que lo obliga a moverse sin control aunque no es exagerado. Pero, no lo detiene a la hora de escribir. Creí estar soñando que escuchaba las palabras más dulces, sabias y certeramente poéticas de mi vida...
Se dice a sí mismo: ‘Donnadie’. Pero, Dani Izquierdo Clavero es un Don Poeta con mayúsculas y con todos los dones en su haber. Alguien le dijo que era un poeta hasta cuando tomaba el micrófono, cuando caminaba, etc… y así lo creo yo también. No le pediré su biografía porque se puede ver parte en internet y es lo que publicare aquí.
Entre algunas cosas que dijo, obviaré aquellas en que, irónicamente, se trató mal así mismo quitando importancia a sus escritos y destacaré una que no anoté por lo que no es textual, aunque el concepto –según recuerdo- es lo que sigue: -Para muchos la edad de esplendor pasado es cuando tenía dinero, o cuando tenía buen aspecto, etc… para mí era cuando podía escribir a mano… Algo tan sencillo y que nadie toma en cuenta.
Y leyó más… No fue la única que lagrimeó en la sala, no fui la única que aplaudió con efusión, que se emocionó y tuvo ganas de abrazar al autor… tampoco fui la única en pensar que además de un escritor estábamos frente a un gran hombre, a un alma de brillo impresionante.
Y si, fue una noche mágica… de las que se agradece a mi amiga Inma que me invitó, al escritor que tiene razón, cuando dice que la literatura da vida, al Laberinto de Ariadna que lo organizó, al Universo por haberme dado la oportunidad, porque fue una noche de las que puede haber más pero que, sabemos, esa no se repite.


BIOGRAFIA de Dani Izquierdo Clavero

(Barcelona, 1975) Licenciado en Psicopedagogía por la Universitat Ramon Llull y Diplomado en Magisterio en la especialidad de educación primaria en la Universitat de Vic, ha iniciado también el doctorado de Pedagogía en la Universitat de Barcelona. Obtuvo en 2005 el Diploma de Estudios Avanzados (DEA), con un trabajo sobre la pensable intersección poético-pedagógica, en las tramoyas del diálogo platónico del Ión. Un año más tarde, inicia su tesis doctoral sobre el silencio y el logos poético en la obra de Antonio Machado. Miembro del grupo poético-literario Nadir-Bcn, trabajaba como enseñante –la palabra maestro se le antoja hiperbólicamente confuciana, hasta que una enfermedad neuromuscular lo jubiló anticipadamente en septiembre de este año. 
Con Inmaculada y Sixta Arango
Ha publicado el poemario “El alféizar del tiempo” gracias a la bondad dadivosa de la Universidad Complutense y tiene, en agujas, un poemario “La respiración de la termita o los otoños definitivos” y “Las cicatrices invisibles”. Además de la tesis, que algún día acabará cuando renazca la universidad que amaba, trabaja en un ensayo sobre un pueblo turolense y una especie de collage textual fragmentario sobre la poética del desengaño, el absurdo y el dolor. 

Asiste como voyeur a clases de literatura medieval, antropología y pensamiento pedagógico y quema las horas idolatrando a los autores de su iconografía personal: Courtosie, Vicente Gallego, Vicente Núñez, Gorostiza, Pessoa, Rilke, Roque Dalton, Auden, Celan, Juarroz, Porchia, Cernuda, Antonio Machado, Juan Carlos Mestre y Antonio Colinas…

TEXTOS de DANIEL IZQUIERDO CLAVERO

BARES Y ATARDECERES

LAS BARRAS nocturnas son lugares de paso
entre lo que somos y lo que fuimos,
transatlánticos anclados en mitad del autismo,
el chasquido vulgar de una palabra muerta
contra el pavimento helado de las despedidas.
En ellas, la existencia apesta a sucedáneo,
a imagen de fotomatón, a farmacia vacía,
a maleta incendiada en la consigna
de alguna estación, ya clausurada.
Baudelaire no sería Baudelaire sin los bares.
Gustav Janouch sonríe con tus ojos.
Allende la infancia, el ego del tiempo
descorcha mil botellas. Las barras nocturnas
son pintalabios invisibles.
La rutina, su mujer fatal.
0000

Cuando lloras...

Cuando lloras, le añades dimensión al infinito.

Publico emocionado
Cuando lloras, la noche paraliza los latidos del miedo
y una sola lágrima expande los contornos
de los besos unánimes
en la nuca jíbara de la eternidad.

Cuando lloras, la muerte es un morreo
por correspondencia, una sonrisa breve
al salir del aplauso; una sombra blanca,
inolvidable y cierta en la retina sobria
de Charles Foster Kane.

Cuando lloras,
recuerdo el nombre exacto de las cosas
y las cosas no existen
más allá de la palabra ingrávida
que al callar las nombra. Más allá
de su piel con ojeras al salir del teatro
o acaso de la vida.

Cuando lloras,
eres lo que fuiste en ese lagrimal
que da entidad al mundo. Y desalas los mares
y te desalas. Cuando lloras.
                                       Dani Izquierdo Clavero

PROSA:
                                                  CRÓNICA DE UNA LECTURA POÉTICA

Cuando el amante ama encauza su deseo hacia el cuerpo ajeno y fija en su bitácora coordenadas insomnes que salvan la galerna, pacifican las aguas y en la noche del tiempo se aferran como un niño al pezón de la luz, esa ubre hercúlea con aspecto de faro que orienta a los perdidos cuando el amante ama y reducen los mares al eco de una voz.
A veces una tarde, uno da un recital repleto de temblores o algún leve poema y olvida que el amante amó a una muchacha antes, mucho antes, de inventar el amor.
Y la muchacha lo observa y él la observa a ella con ojos de crepúsculo y los dos son océano dentro de un derrelicto varado en la arena de la fatua ficción. Y se quieren y al quererse se incendian y queda una fogata al trasluz, dos carnes aunadas que son las noches que el tiempo diluyó.
A veces uno lee sus versos y tiene quince años o quizá veintisiete o tal vez los cuarenta que a los cuatro pensaba propiedad de algún dios. Y levanta sus miedos del sueño y del papel y contempla la sala con pavor y ternura, como aquella mañana que habló de Neruda por primera vez. Aquella mañana perdida en el recuerdo más frágil de su amnesia militante de pez.
Algunas veces, el hombre se levanta, mira diligente la sombra de sus manos, evoca aquella clase que dándola no dio, recita para sí un verso de Vallejo, Passolini o Rimbaud y vuelve a Eduardo Spranger para escapar del vértigo.
O piensa en Mireia, Sandra, Laia, Melania y Ona, las cariátides que amó cuando el amor existía y su vida invisible (contra pronóstico) seguía en pie porque ellas (ellas que nunca lo quisieron) eran la columnata de su deseo en órbita. Las cartógrafas de su corazón.
Y sonríe. Y ama, ama al amor. Y lee. Recita la sangre que sangró el silencio. Y es feliz ante el prójimo. Y piensa la palabra. Y abraza la vida.
A veces, cuando el amante ama, escribo y al escribir, muero. Y al morir, siendo otro, aprendo a ser yo.
D.I.C.

00000000000000

Toda muerte es un tropo literario de la vida. Sea voluntaria, natural u homicida; venga tras una enfermedad, un accidente o una extraña gestión de la alegría, la muerte dinamita la lógica interna que exhalan las palabras, alza al lenguaje por las axilas del alma y lo desertiza.
Ayer, en París, unos tipos aéreos la sembraron a espuertas por dos distritos de la ciudad y vertieron al Sena la disuasión de su dios arrepentido, porque fuese cual fuese el dios que idolatraban (Alá, Dólar, Beyoncé, Neymar, Zeus o Jesucristo) no los pudo secundar y prefirió echarse al Sena antes que amparar medio asesinato.
Y buscó al Verlaine que a los ocho años llegó desde Metz para ensanchar la tierra y al Rimbaud cernudiano aleteante en su odio cuan pájaro en la noche y a la Edith Piaf que pintó de rosa la vida y sus aceras.
Y los dejó hacer porque todos los dioses se inhiben de lo humano cuando, como el petróleo, cabalga los mares e inunda su belleza.
Todos los dioses toman café cuando sus hijos matan. A lo sumo les gritan, no hagas tal cosa, no escribas tal verso, no mates en mi nombre, pero su voz es tan tenue, tan alto el erupto de un kalasnikov intencionado, que nunca los detienen.
Y su graznido, mata.

Y se abrazan al Sena y junto al Sena, callan. O llegan a Beirut, Alepo, Damasco, Bagdad, Basora y saltan por los aires dentro de una ambulancia. O a la urbs de Wallenfels en la bella Baviera.
A la sobremesa de tu casa.
Naturalizamos la muerte con la estupefacción con que un buen lector percibe una metáfora pero nadie trasciende la página helada de la repercusión.
Mañana otro atentado o un golazo de Messi o un sublime adulterio o un papanoel psicópata en el bulevar, barrerá los vasos rotos de la sanguina parisiense. Las litronas del dolor, los calimochos del europeísmo, los morreos sin hora del cabrón yihadista con la vedette bursátil que aprecia sus euros (euros arabistas) mientras le vende armas, espinas sin rosas, coches caros y huríes, pasarán con el viento al compás de otra escoba.
Y vendrá París.
Y llamaré a César Vallejo.
Y moriré con aguacero.
Y un hombre pasa con un pan al hombro.
Yo no sé.. La vie en rose. París.
Y.


                                                                                       Daniel Izquierdo Clavero
La tome un poco de lejos, cuando Dani estaba leyendo su magia.
Ahora se que las luces se encendieron como un efecto de su poesía...

El Laberinto de Ariadna e invitados con Daniel Izquierdo Clavero

No hay comentarios:

Publicar un comentario